Ante las numerosas peticiones de ejemplares del thriller histórico
"La Conjura de Atenas", os recordamos las diferentes formas de adquirir
un ejemplar:
- En Puerto Real, en las librerias "Pérgamo" y "El Aprendiz".
- En cualquier otra librería, del lugar donde vivas, en unos días lo tendrás en casa.
- Por email a umsaloua@gmail.com, lo recibirás en casa sin gastos de envío.
Blog sobre la novela de intriga histórica de José Alcedo, publicada por "Los Libros de Umsaloua".
martes, 31 de diciembre de 2013
Como escribir "La Conjura de Atenas" y no morir en el intento.
Charla ofrecida en la librería Pérgamo, de Puerto Real (Cádiz), el pasado 27 de diciembre.
La coletilla “Y no morir en el intento” que adorna el enunciado de este coloquio puede parecer que se refiera a la larga lista de señores que fallecen sin quererlo a lo largo de las páginas de “La Conjura de Atenas”. Y ahí llevo yo ventaja. Al contrario que los personajes de Niebla, de Unamuno, los malos de mi novela me han respetado y me han concedido una cierta autonomía a la hora de organizar y luego escribir sus vidas, aunque luego ellas y ellos hayan deambulado por las páginas y lugares en parte como les ha venido en gana. Y parte de esa autonomía se traduce en que el autor no ha muerto en el intento.
La coletilla “Y no morir en el intento” que adorna el enunciado de este coloquio puede parecer que se refiera a la larga lista de señores que fallecen sin quererlo a lo largo de las páginas de “La Conjura de Atenas”. Y ahí llevo yo ventaja. Al contrario que los personajes de Niebla, de Unamuno, los malos de mi novela me han respetado y me han concedido una cierta autonomía a la hora de organizar y luego escribir sus vidas, aunque luego ellas y ellos hayan deambulado por las páginas y lugares en parte como les ha venido en gana. Y parte de esa autonomía se traduce en que el autor no ha muerto en el intento.
No ha sido La Conjura de Atenas una obra difícil de imaginar,
aunque sí un poco más de escribir. Ahora os voy a contar cómo comenzó esta
atípica tragedia griega, allá en el año 2009, cuando lo último que yo me
imaginaba era estar esta noche aquí con ustedes.
Lo primera ocurrencia que yo tuve acerca de la novela fue
que girase en torno a Sócrates, el filósofo más conocido y a la vez más
desconocido de la antigüedad. De Sócrates sabemos poco y mucho, según nos
creamos que los Diálogos de Platón se refieren directamente a él como persona o
si, por el contrario, otorgamos todo el mérito de las teorías que en ellos aparecen
al propio Platón, y entonces Sócrates nos queda como un mero personaje
literario que quizás ni siquiera existió.
La Historia de la Filosofía más reciente se inclina por una
solución intermedia: los primeros Diálogos de Platón recogen actitudes y frases
propias de Sócrates, y a medida que el joven ateniense va madurando, y con su
maestro ya fallecido, incluye en sus escritos sus propias ideas y pensamientos.
Y así es como aparecen ambos en La Conjura de Atenas: Sócrates
es el pensador que nunca escribe sus pensamientos, pues cree que sólo tienen
validez a través de la discusión, de la dialéctica, y Platón es el discípulo
aventajado que, consciente de la trascendencia que pueden tener las ideas de su
maestro, las va anotando precisamente en forma de diálogo, para que no pierdan
la espontaneidad de una disputa cara a cara.
La Conjura de Atenas nació con la idea de ofrecer una
versión fantástica de la muerte de Sócrates. Y no digo fantástica porque fuera
magnífica, sino porque debía pertenecer al mundo de la fantasía. Yo quería
ofrecer una justificación de la infame condena a muerte del filósofo pero
ofreciendo unos argumentos atractivos y, podríamos llamarlos así, policíacos,
pero que fueran completamente plausibles y no chirriaran con la versión oficial
que todos conocemos.
Para eso jugaban a mi favor los pocos datos biográficos que
de Sócrates nos han llegado: la obra de Platón, los Recuerdos de Jenofonte,
algunos comentarios de Aristóteles y, los ya posteriores pero muy entrañables, apuntes
de Diógenes Laercio.
Partía pues con ventaja: hay muchísimos años de la vida de
Sócrates sin historiar, y lo poco que sabemos de él no está lo suficientemente
contrastado científicamente. Mi única obligación era que lo que yo escribiera
encajara perfectamente en ese puzle incompleto que es el personaje que
conocemos por Sócrates.
Comenzaron a surgir entonces en mi mente cientos de motivos
que hubieran podido llevar a nuestro protagonista a tomar la cicuta: un
monstruo que acababa con las jovencitas atenienses y que en realidad era un
aristócrata pervertido, un amante despechado y vengativo… lo único que me faltó
fue imaginar una nave extraterrestre abduciendo a Sócrates y trayéndolo a
nuestro siglo, como hiciera Buñuel con Simón del Desierto.
No recuerdo exactamente en qué momento surgió la idea de ese
objeto mágico que muchos ansían para poseer el poder sobre todos los hombres. Y
no lo recuerdo porque momentos así no nos pertenecen, al menos a nivel
consciente. Habría que someterme a una sesión de psicoanálisis para descubrir
el motivo de su elección.
Como quería que mi novela no se limitara a ser una novela
histórica al uso, es decir, una dramatización exacta de hechos contrastados, me
venía muy bien usar una trama policíaca, de género negro, que se desarrollara
en la Atenas de fines de siglo V antes de nuestra era. Tenía como precedentes,
por citar tan sólo dos obras, ambientadas en diferentes épocas y lugares, “El
Lector de Cadáveres”, de Antonio Garrido, o “El Nombre de la Rosa”, de Umberto
Eco. Ficción y Misterio inmersos en la Historia académica y oficial.
A partir de aquí el proyecto de novela se dividió en dos
tramas principales: la histórica, que debía ser escrupulosamente rigurosa y
fiel a lo que entendemos como real, y la ficticia e inventada, que no por ello
debía ser menos exacta ni coincidente con la historia.
Este afán de rigurosidad me hizo lamentar el que no se me
hubiera ocurrido escribir mi primera novela sobre mi infancia en la Plaza de
los Descalzos de Puerto Real. Pues tenía ante mí una descomunal información que
investigar, no en vano la Grecia clásica es una de las etapas históricas sobre
las que mayor número de ensayos, trabajos de investigación y monografías se
publican cada año en todo el mundo. Eso puede ser bueno y malo a la vez, pues
hubo veces en las que me parecía que nunca acabaría con la documentación para
la novela, pues siempre aparecía una nueva fuente a la que acudir para
contrastar opiniones.
Mi ventaja fue partir de una base sólida: mi formación
académica en Filosofía me proporcionaba los argumentos básicos para saber a qué
autores acudir, y en muchas ocasiones mi investigación era simplemente releer
obras ya estudiadas en la Facultad.
Para que la novela, a pesar de su trama policíaca, no fallara
como novela histórica, elaboré una lista de elementos clave de la cultura griega
que debían aparecer en ella. Sin saber ni remotamente hacia donde me
conducirían las únicas premisas que yo disponía (Sócrates, Platón y un objeto
mágico), dividí la novela en siete apartados, que luego se fundirían en uno, y
cada una de ellos se refería a un mes diferente del calendario griego, y,
quizás por defecto profesional, subrayé las fiestas que tenían lugar en cada
uno de los meses, a los dioses a los que se les dedicaban, y ahí ubiqué los
hechos históricos más relevantes del último año de vida de Sócrates. Porque
otra cosa que también estuvo clara desde el principio fue que la novela no
abarcaría toda la vida del filósofo, sino que me ceñiría a sus últimos meses, y
muy brevemente al juicio y a la ejecución de la condena.
El reto era describir, en esos pocos meses, lugares tan
emblemáticos como el Oráculo de Delfos, los Misterios de Eleusis, el Diolkos de
Corinto o los mismos secretos ocultos en la Acrópolis. Igualmente debían
aparecer elementos ineludibles como la mayéutica socrática, las maneras de los
sofistas, las primeras ideas de Platón, la Tiranía y la Democracia ateniense…
Junto a todo ello, deseaba recrear un banquete de la época,
los diferentes tipos de enterramientos, la distribución del ágora y sus
edificios más destacados, los medios de transporte, las medidas del tiempo y
los espacios, las frecuentes guerras con las ciudades vecinas, las fiestas que
marcaban el ritmo del calendario…
Todo esto es respecto a la base histórica. Ahora faltaba la
trama policíaca, la aventura de ficción que fuera la salsa de la ensalada
griega que hacía falta aliñar. Y aquí es donde surge, de manera decisiva, la
casualidad. La aventura fue surgiendo sola, la misma redacción y la
investigación histórica facilitaba unos argumentos que iban surgiendo a la par
que se escribía. Tanto es así, que ahora, que estoy justo en la etapa de documentación
de un nuevo episodio de esta saga, quiero tenerlo todo tan atado que me resulta
imposible, y no puedo explicarme cómo La Conjura de Atenas surgió tan sin
quererlo yo, tan sin avisar.
Una vez que ya tenía claros los principales cimientos de la
novela la siguiente duda que surge es: ¿Quién la narra? ¿El propio Sócrates?
¿Un personaje cercano a él? ¿El famoso y sabelotodo narrador omnisciente?
En mi caso, si tenía algo claro era que no quería saber nada
de narradores enteraíllos, que conocen los sentimientos de cada personaje,
incluso los más ocultos, y que es capaz hasta de decir: “El gato se molestó
porque le faltaba su ración diaria de sardinas” Nunca me gustaron este tipo de
narradores, ni en las más famosas novelas que lo emplean, y dudo que yo mismo
lo utilice alguna vez.
Cuando alguien te cuenta una historia, en primera persona,
te ofrece la riqueza de la ignorancia. El lector sólo conoce lo que conoce el
narrador, la información con la que juega el escritor es la misma que posee el
lector para averiguar los enigmas que se plantean. Es por ello que decidí que
fuera Hermógenes, el amigo de Sócrates, quien nos contara a todos –incluido a
mí- la novela, quedándonos ocultas a todos las investigaciones que Sócrates
hace por su cuenta y que no comenta a nadie.
Este tipo de planteamiento discursivo trae consigo una
complejidad, que podría afectar si no a la trama policíaca, sí a la base
histórica. ¿Cómo puede un ateniense contar a otro ateniense cosas obvias para
ambos, que nosotros mismos, en nuestras conversaciones normales, evitamos
siempre? Es decir: yo como autor deseo que el lector se vea inmerso en la
Atenas clásica, pero encuentro la dificultad de que la novela es una carta
entre dos paisanos. En nuestra vida normal, yo nunca escribiría a Ramón
diciéndole: “Mañana iré a tu librería, esa que está en la calle Amargura
esquina con Cruz Verde, que tiene cuatro escaparates y su fachada es de piedra
ostionera”. Evidentemente, no. Esta ha sido, pues, una de las mayores
dificultades de La Conjura de Atenas, el crear un ambiente lo más auténtico
posible sin entrar en detalles que se antojarían absurdos entre dos paisanos de
la misma ciudad.
Y también ha sido mi salvación, por otra parte. Reconozco
que no me gustan las novelas históricas que, al terminar de leerlas, nos
permitirían optar a un diploma de arquitectura, esgrima o de pintura medieval.
Bueno… sí me gustan esas novelas, pero creo que les sobran muchas páginas como
relatos y les faltan otras muchas como libros técnicos.
Yo he procurado de vez en cuando quitar de en medio a
Sócrates y Hermógenes de Atenas, para que puedan contar, y describir,
realidades que el primer lector originario, Lamprocles, el hijo de Sócrates, no
conociera, y en esos lugares sí he escrito más tranquilo: Delfos, Eleusis,
Delos…
He disfrutado también inventando situaciones como el ritual
de los Misterios de Eleusis, de los que se conoce muy poco y lo poco que se
conoce aparece en la novela, aunque adornado de una escenografía tipo Dagoll
Dagom o Els Comediants, que creo que no se aleja mucho de cómo debieron ser en
realidad.
Los diálogos en los que interviene Sócrates se han realizado
al modo de los de Platón, que además no era un método propio de él sino que fue
una forma de narración habitual en los años en los que sitúa la novela. No era
extraño, pues, que Hermógenes y otros discípulos de Sócrates también escribieran
en ese estilo basado en preguntas y respuestas.
Comentaros también una serie de licencias que me he tomado a
la hora de escribir la novela, pues hay veces en las que estaba tan harto de
Conjura que era inevitable alguna salida de tono que me alegrara la tarde, con
un poco de humor y unos guiños muy de nosotros: el “jozifazo” que Sócrates
lanza a Platón por pesao es muy típico de nuestros bares más cachondos, al
igual que los nombres de las tabernas: los puertorrealeños “El Delfín” o “La
Ballena”, incluso la peña gaditana “La Estrella” tiene un hueco en la
nomenclatura tabernaria ateniense. Igualmente los muelles de Gadeira aparecen
dos veces en la novela, así como la famosa salazón de pescado, el que luego
sería conocido como el garum romano.
Hay una frase de Platón, en la que se refiere a su nombre
auténtico, no al apodo, cuando habla que su obra perdurará a través de los
siglos, en las que dice: “Y todos conocerán al gran Aristocles de Atenas”. Y
Sócrates le contradice: “Platón queda mejor”. Pues bien, esa frase está
inspirada en un cuarteto de Carnaval, Tres Notas Musicales, cuando llaman al
famoso Peña “Maestro Peñatoven” y él responde: “Dime mejor Peñita, que es más
carnavalesco”.
Cuando se dice “estaba claro que Diodoro sabía utilizar
magistralmente las palabras y los silencios”, estaba pensando en Jesús
Quintero, el loco de la Colina.
Incluso una reflexión de Hermógenes, en la procesión de
Eleusis, en la que espera que alguna vez los hombres dejen de suplicar favores
rezando a una estatua de madera recoge de alguna manera otras ideas mías más
personales acerca de los ritos, los mitos y la religiosidad.
Para terminar con estas anécdotas, me gustaría dejaros con
un enigma: hay una frase encantadora, de una canción de los Beatles, que
aparece tal cual en la novela. A ver si hay alguien que la encuentra, y nos lo
comunica a todos. La pista es que la canción no es de Lennon y McCartney, sino
de George Harrison.
En fin, creo que ya vale por hoy, y que hay muchas más
sorpresas en La Conjura de Atenas que contar, pero creo que lo que ha quedado
escrito, y publicado magníficamente por Los Libros de Umsaloua, es lo que
realmente vale, y lo que espero que disfrutéis.
Una vez terminada mi charla, que no coloquio, y como si
pareciera algo improvisado, os contaré una última anécdota, que tiene mucho que
ver con el importante papel que os dije que la casualidad había jugado en la
redacción de esta novela. Hay otras muchas más, y sorprendentes, pero si las
abordáramos hoy algunos de secretos quedarían al descubierto. Mejor los
tratamos aquí dentro de unas semanas, cuando todos hayáis terminado de leerla.
Pues bien, los que
habéis leído ya parte de la novela sabéis que un pequeño colgante azul con
forma de delfín es muy importante en los primeros capítulos y luego en el
desenlace final. Pues bien, una noche, mientras estaba en una de las tabernas
similares a las que frecuentaba Sócrates, se me acercó un vendedor ambulante
árabe, de los que llevan la tienda completa sobre los hombros. Me miró y me
dijo: “Seguro que quieres esto, te va a hacer falta”. Y me ofreció, ante la
mayor de mis sorpresas, este colgante que veis ahora. Y ahora, cada vez que veo
a uno de esos vendedores le compro algo que quizás me ayude en la próxima
novela. Y espero que la casualidad me sorprenda antes de que me arruine.
sábado, 14 de diciembre de 2013
"La Conjura de Atenas", YA A LA VENTA
Desde el pasado 11 de diciembre ya se puede adquirir, a un precio de 16 €, la novela "La Conjura de Atenas", en las librerías de Puerto Real "Pérgamo" y "El Aprendiz", o directamente a la editorial a través del correo electrónico: UMSALOUA@gmail.com.
En breve se podrá adquirir también en el portal de libros electrónicos AMAZON y en otras librerías de Cádiz y Sevilla.
En breve se podrá adquirir también en el portal de libros electrónicos AMAZON y en otras librerías de Cádiz y Sevilla.
Imágenes de la Presentación
El pasado miércoles 11 de diciembre "La Conjura de Atenas" fue presentada ante un númeroso público que abarrotaba el salón de "El Chato del Muelle". Intervinieron en el acto Inma Calderón (editora), José Pizarro (historiador) y José Alcedo (autor), poniendo el broche de oro al acto la Alcaldesa de Puerto Real Maribel Peinado. A destacar la actuación del dúo formado por Mariela González y Cristian, así como el gran número de personas que se aseguraron de adquirir esa misma noche su ejemplar de "La Conjura de Atenas".
Las fotos son de Alejandro Gordillo.
José Pizarro, Maribel Peinado y José Alcedo.
Cristian, Mariela, José Pizarro, Maribel Peinado, José Alcedo e Inma Calderón
José Pizarro, Maribel Peinado, José Alcedo e Inma Calderón
Numeroso público acudió a "El Chato del Muelle"
lunes, 2 de diciembre de 2013
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