Los hechos narrados suceden en Atenas, a
finales del Siglo V a.C. y comienzos del IV. Una vez derrocado el régimen de
los 30 tiranos, la democracia ha sido restaurada y comienza la vuelta a la
normalidad. Pero un cruel asesinato conmociona a la ciudad, especialmente a
Sócrates y a su círculo de discípulos: el cadáver de Examio, joven seguidor del
filósofo, aparece horriblemente mutilado en el Altar de los Doce Dioses, en
pleno centro del ágora. Junto a él, un pequeño objeto de cerámica que contiene
en su interior una extraña frase: “No desees lo imposible”.
Aunque ante sus conciudadanos afirme lo
contrario, Sócrates, acompañado de su amigo Hermógenes, comienza a investigar
el asesinato. Pero muy pronto los hechos le sobrepasarán: las muertes se van
sucediendo una tras otra, y todas dentro de su círculo de discípulos. Y cada
vez que aparece un cadáver éste va acompañado de un pequeño papiro donde se
puede leer una cita de un filósofo de la antigüedad. Sócrates deberá adivinar
la conexión que existe entre las muertes a través del análisis de dichas
frases, en una aventura en la que aparecerá, como elemento determinante, un
objeto sagrado que acompañó a Menelao y a Helena en su regreso de la Guerra de
Troya.
Esas frases le irán marcando un camino
que le llevará a recorrer toda la Hélade: Megara, Corinto, Delfos, Eleusis,
Sunio, Delos… En su periplo, Sócrates, que hasta entonces sólo había abandonado
Atenas en tres ocasiones al ser reclutado en el ejército, vivirá experiencias
inolvidables junto al fiel Hermógenes, su discípulo preferido Platón y su
íntimo amigo Critón: el cariño de los megarenses, una consulta privada con el
Oráculo de Delfos —que les concedió dos profecías—, el asombroso funcionamiento
del Diolkos de Corinto, el secreto de los Misterios Sagrados de Eleusis,
la sabiduría de la sacerdotisa de Apolo en la isla de Delos…
Pero las sorpresas no sólo le vendrán de
ciudades para él tan extrañas. En la propia Atenas Sócrates descubrirá nuevos
acertijos y revelaciones: túneles secretos en la Acrópolis, una noche
dionisíaca en El Pireo, las intrigas de Aspasia de Mileto, su primera noche
preso acusado de asesinato, y un hecho que él nunca imaginó que llegaría a
suceder: el acudir a un sofista para pedirle ayuda en sus investigaciones.
Precisamente será Gorgias quien resolverá
para Sócrates el acertijo de las frases que acompañan a los cadáveres, y le
conducirá directamente hacia el objeto sagrado, que según la mitología posee
ciertas propiedades mágicas, y que al parecer es aquello que desean tanto los
jóvenes asesinados como los propios asesinos…
Cada vez que Sócrates, siguiendo las
indicaciones de la primera profecía de Delfos, halla una respuesta, ésta trae
consigo nuevas preguntas. Mientras tanto, su mayor enemigo en Atenas, Anito,
diseña una conjura contra él, que le va atrapando como en una tela de araña, y
que sólo puede acabar de una manera: su ya conocida muerte tras ingerir la
cicuta a la que le había condenado la Asamblea ateniense.
Pero aún quedaban asuntos por resolver.
Trece años después de la muerte de Sócrates, Lamprocles, su hijo primogénito,
consigue interpretar la segunda profecía de Delfos, aquella que ni siquiera su
padre acertó a comprender. A partir de ese momento la aventura comenzaba para
él, surcando el mar Egeo en busca de las últimas respuestas…